por Pepito Grillo
El despertador sonó antes de lo previsto. Había olvidado cambiar la alarma del día anterior y se vio forzado a levantarse más temprano de lo que hubiera deseado.
Dado que no tenía que salir de casa hasta pasadas las 9.30, Javier se tomó la mañana con calma. Desayunó con más tranquilidad y más abundantemente que de costumbre, aunque el menú no debía cambiarlo. Eso sí, el pedazo de tarta de la noche anterior resultó excesivamente tentador.
Una vez desayunado, duchado y vestido seguía siendo bastante temprano; las 8.20 marcaba el reloj de su nuevo iphone. Se acomodó en el sofá y se acercó el ordenador portátil. “Siempre lo mismo: comentarios chorras, eventos que no me interesan… No sé ni para qué me hice Facebook.”
Cansado del ordenador en cinco minutos, dejó caer la cabeza en la almohada mullida de la cheslong. Las fiestas navideñas estaban a la vuelta de la esquina, así que Javier empezó a darle vueltas a qué quería hacer durante los pocos días de vacaciones de los que dispondría. Este año le apetecía hacer algo divertido, más allá de las pesadas cenas y comidas familiares.
Tras un rato pensando decidió que gastaría una buena inocentada a un compañero.
A las 9.40 salió hacia el trabajo. Vivía a menos de diez minutos en coche. Aparcó en el lugar de siempre y fue a cambiarse de atuendo. Bajando las escaleras se encontró con su compañero Sergio.
Javier le comentó la idea que había tenido y alguna propuesta para la inocentada que ya había comenzado a recorrer su mente. Sergio se mostró totalmente de acuerdo con la idea de su compañero.
-Lo que no sé es a quién hacérsela, tío. Tiene que ser alguien que no vaya a imaginarse nada.
-Pues yo lo veo fácil –ayudó Sergio. ¿Quién de todos nosotros es más probable que no se lo espere?
-Yo qué sé… ¿el Jordi, que está en la parra? – preguntó Javier sin mucho convencimiento.
-Jajaja, pues también. Pero yo creo que lo suyo sería hacérsela al Nicki, que lo mismo ni sabe que el día 28 es el de los inocentes.
-Es verdad, tío, jaja, ese seguro que no se entera de ná’ – rió Javier, convencido de que habían encontrado a su presa.
Una vez decido que Nicki sería la víctima, sólo faltaba darle forma a la travesura e informar al resto de compañeros, pues querían que fuese una inocentada conjunta. Durante la mañana, nuestros amigos Javier Carpio y Sergio Pelegrín intentaron avisar a todos para que, a escondidas de Nicki, se reuniesen al finalizar la sesión y hablar sobre el tema.
-Qué cabrones que sois, vais a por el más fácil –comentó en tono amigable Jordi, que se le veía entusiasmado con la propuesta.
-No te quejes Xumi, que éste había pensado en ti. -le contestó Javier señalando a Sergio-. Bueno, a lo que vamos, ¿qué le preparamos? Que a mí se me ocurren varias cosas pero no me convencen.
Tras un buen rato de debate, entre cervezas y aperitivos, las mentes malévolas de nuestros jugadores hubieron decidido que la inocentada consistiría en hacer creer a Nicki que un joven hincha ilicitano había caído locamente enamorado de él.
Así pues, en equipo y con compañerismo (a excepción, obviamente, del bueno de Nicki), los miembros de la plantilla se dividieron el trabajo y se pusieron manos a la obra.
A la mañana siguiente, Perico, Javier Flaño y Juan Carlos se apresuraron para ser los primeros en abandonar las duchas una vez finalizada la sesión de entrenamiento.
Salieron por la puerta 19 del estadio y se acercaron al coche de Bille. Mientras Perico vigilaba, Flaño y Juan Carlos pegaron en uno de los espejos del coche una nota donde se podía leer: “Hola, Nicki, soy aficionado del Elche y me gustas mucho. Te sigo todos los partidos y quiero que nos conozcamos. Me llamo Alberto y aquí te dejo mi teléfono por si quieres conocerme. Llámame”.
La sorpresa de Nicki fue notable. Sin embargo, no le dio mayor importancia. Arrancó la nota y subió al coche. Ni siquiera le resultó lo suficientemente reseñable como para contarlo a la mañana siguiente.
No obstante, el asunto fue a más. La tarde del día siguiente, Nicki se encontró en Facebook con una petición de amistad de un tal Alberto Fuentes. Tal petición iba acompañada de un comentario en claro tono amoroso y de una foto en que se podía ver un brazo masculino tatuado en tinta negra con el mensaje “I love Nicki”. La cara del ariete danés era un poema, no sabría definir si de incredulidad o de preocupación.
No hace falta decir que el perfil de Alberto Fuentes escondía detrás a alguno de sus compañeros. En este caso, Xabier Etxeita, ayudado de Leandro en cuestiones de photoshop.
El miércoles al mediodía, Nicki Bille debía asistir a una tertulia deportiva emitida para una emisora de radio ilicitana. Por supuesto, sus compañeros no dejaron escapar la oportunidad para continuar con la trampa. Edu Albacar, Miguel Palanca y José Luis Acciari se encontraban al otro lado del transistor siguiendo atentamente la aparición de su amigo. Idearon un breve pero preparado guión y entraron en escena vía telefónica. El programa dejó paso a la llamada y Edu, dando más rienda suelta a su imaginación que al guión preparado, volvió a realizar una declaración de amor a nombre de Alberto.
A Nicki se le quedaba pequeña la mesa para meterse debajo. Su rostro estaba pálido, más de lo que por sus orígenes nórdicos acostumbraba a estarlo y no pronunció palabra. Sólo espoleado por uno de los locutores, que incomprensiblemente le rogaba que “contestase al muchacho”, Bille respondió lo primero que le vino a la mente para salir del paso: “Esperamos que está el sábado al estadio animando a Elche”. Las carcajadas de “El loco” Acciari y de Palanca por poco no delatan a Edu.
Esa tarde, Nicki se quedó en casa. No tenía muchas ganas de salir. De hecho, no cesaba de darle vueltas al acoso que estaba recibiendo por parte del supuesto aficionado. No tenía ni idea de si debía actuar de algún modo o simplemente dejarlo pasar. Lo único de lo que estaba convencido era de que aquello no le hacía ni la más mínima gracia.
Estando sentado frente al televisor divagando acerca de la que se le había venido encima, recibió una llamada. Fue una llamada breve, pero pareció cambiarle el ánimo.
Un par de horas más tarde, tuvo lugar la última de las travesuras, la que debía ser la definitiva. Esta vez, corría a cargo de Jordi Xumetra, cuya casa estaba situada dos manzanas atrás de la de Nicki. Xumetra tocó el timbre de la casa de su compañero y, antes de huir a paso rápido, le dejó una nota escrita a mano y una caja de bombones. Esta vez, en la nota, Alberto emplazaba a su ídolo a reunirse con él después del entrenamiento del viernes 28 para conocerse en persona, rogándole fervorosamente su asistencia. Nicki, con aire despreocupado, dejó la nota encima de la mesa y se comió tranquilamente todos y cada uno de los bombones. Por la expresión de placer que se reflejaba en su cara parece ser que le resultaron exquisitos.
Al finalizar la sesión de entrenamiento del jueves, el técnico Pepe Bordalás anunció a sus pupilos que el viernes, con motivo del duro y transcendente partido que debían jugar el próximo sábado, el entrenamiento se adelantaría a las 8.30 de la mañana. Asimismo, les explicó que por motivos personales llegaría algo más tarde de esa hora. Sin embargo, mandó trabajo a los jugadores, de modo que mientras él no estuviese realizarían ejercicios de carrera y estiramientos.
Llegado el viernes a las 8.30 de la mañana, allí se encontraban, sobre el césped del Martínez Valero, todos nuestros jugadores, dando vueltas al campo. En realidad no estaban todos, faltaba Nicki Bille.
-Las nueve y veinte y éste que no viene, jajaja –rió Javier Carpio.
-Normal, sólo de pensar que el chaval “le estará esperando” se ha rajao y se ha quedao en su casa –contestó también entre risas Ángel.
-Pues podría venir, tío, que yo quiero verle ya la cara que pone cuando se lo contemos –añadió Sergio Pelegrín.-Y el míster a ver cuándo viene, que vamos a estar todo el rato corriendo…
A eso de las diez, se oyeron aplausos procedentes de la zona de banquillos:
-¡Bravo! ¡Inocentes! ¡Inocentes!
Se trataba de Bordalás y de Nicki, que reían a carcajadas mientras sostenían entre ambos un gran muñeco blanco de papel. Días antes, el técnico había descubierto el pastel de casualidad, al escuchar durante un entrenamiento una conversación sobre el tema que mantenían algunos jugadores. Así pues, decidió ponerse de parte de su delantero y mediante una llamada en la tarde del miércoles le avisó de la broma.
La inocentada que los jugadores de la plantilla del Elche habían preparado a Nicki Bille se les había vuelto en su contra, sin que ni siquiera la suya hubiese surtido efecto. Ahora eran ellos quienes habían caído en la trampa; habían madrugado para acudir a un entrenamiento que nunca debió existir.
